¿DE QUÉ SE ALIMENTA EL EGO?

Buenas tardes; hoy te voy a hablar del ego y de qué manera lo alimentas.

El ego es fundamentalmente reactivo y toma su naturaleza de identidad creando un yo con el que la persona se identifica y que llega a creer y sentir como su propia identidad. Es una parte de la persona programada no solo por el instinto, sino también por la educación recibida en la familia, la escuela, los medios de comunicación, la realidad social, las experiencias vitales y otros factores que configuran la personalidad y que llevan a pensar: "Yo soy así". De esta manera, el ego crea un mundo lleno de programas emocionales y mentales de los que la persona no suele ser claramente consciente, ya que los vive como la realidad, sin plantearse cómo ha sido creada y sin llegar a comprender que solo es una realidad, su realidad.

La interacción de la persona con esa realidad, filtrada a través de programas instintivos emocionales y mentales, da sensación de identidad (ego) por el contraste entre el organismo que percibe (persona) y lo percibido (todo lo demás). Esta diferenciación da sentido de existencia diferenciado a cada persona.

Pero... ¿de qué se alimenta el ego?

El ego come y mucho. Mantener una estructura egoica, requiere de gran cantidad de energía interna y externa, por lo que una parte importante de la actividad emocional, mental y relacional de las personas se dedica a conseguir alimento para el ego. En ocasiones ese alimento también sirve a la consciencia, pero en otros casos no, más bien la perjudica.

De una manera resumida, la función del ego es crear una estructura psíquica que permita a la persona la existencia cotidiana en relación con el mundo que le rodea, pero también creado por las proyecciones mentales de todas las demás personas. Dicha estructura psíquica necesita ser alimentada, precisamente de energía psíquica y aquí está el quid de la cuestión emocional, porque la cualidad, cantidad y calidad del alimento que el ego necesita lo determinan en gran medida, los programas emocionales y mentales con los que la persona ha nacido (temperamento) o ha sido programada (personalidad).

Dado que los programas emocionales y mentales pueden ser sanos o insanos, el alimento que el ego demanda también puede ser más o menos sano.

Cuando los intereses del ego coinciden con los de la consciencia, el alimento que se busca es sano y nutre a ambas estructuras de manera sana. Otras veces, se trata de un alimento neutro, que ni perjudica ni beneficia, pero en otras ocasiones, las más, el ego pide que se nutra sus programas emocionales y mentales insanos y no cesa hasta que no se le hace caso. Estos programas pueden ser conscientes e inconscientes, pero si son insanos, hace que ego crezca y se hinche de manera insana, perjudicando a la persona en proceso de evolución y de paso, poniéndole delante aspectos de sí misma que ha de pulir si es capaz de contemplar esta situación desde otra perspectiva llamada metaposición. 

A través del hambre del ego, se pueden reconocer defectos y de este modo, comprender aquellas virtudes que hay que desarrollar. ¡Al final resulta que el ego no es tan malo!

Cualquier programa emocional o mental fuera de justa medida, se puede convertir en alimento para el ego ya que este se alimenta de carencias, excesos y estrés. Aspectos como el miedo, el control, la inseguridad, el clasismo, la altivez, la impaciencia, el egocentrismo, el dramatismo, el protagonismo egocéntrico, la vulnerabilidad, el sometimiento, el servilismo, el sentimiento de inferioridad, la necesidad de estar en conflicto, la culpabilidad, el victimismo, la prepotencia, la dependencia, el despotismo, la intolerancia, la rigidez e inflexibilidad y muchos otros, cuando se presentan desequilibrados, sea por intensidad, frecuencia o duración, pueden ser valorados como alimento que el ego está demandando. 

La acción necesaria no está en negarle el alimento al ego, sino en alimentar a la consciencia con el alimento sano, es decir, no luchar contra el defecto, sino observarlo, preguntarnos para qué hacemos de esa manera las cosas, qué es lo que queremos conseguir realmente, desde dónde estamos actuando, si desde el enfado, la tristeza, el sentimiento de abandono... y desarrollar la virtud opuesta.

Y hasta aquí el post de hoy.

Recibe un saludo desde el corazón y acuérdate de compartir.

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