LA HERIDA ES EL LUGAR POR DONDE ENTRA LA LUZ

Buenos días, querido lector; en el artículo de hoy, quiero hablarte de la parte positiva de la herida...

 ‘La herida es el lugar por donde entra la luz’

- Rumi

Kintsugi, que significa "unir con oro", este arte centenario es más que una expresión estética. Para los japoneses, forma parte de una filosofía más amplia que consiste en abrazar la belleza de los defectos humanos. Adornar cerámicas rotas con una laca mezclada con oro en polvo forma parte de una tradición japonesa de más de 500 años que resalta las imperfecciones en lugar de ocultarlas. Esto no sólo enseña a mantener  la calma cuando se rompe una pieza de cerámica preciada; es también un recordatorio a la belleza de la fragilidad humana.  En un mundo que tan a menudo valora la juventud, la perfección y el exceso, abrazar lo viejo y maltrecho puede parecer extraño. Pero la práctica del kintsugi del siglo XV, que significa "unir con oro", es un recordatorio de que hay que ser optimista cuando las cosas se desmoronan y celebrar los defectos y los pasos en falso de la vida.


“…Desde una mirada funcional, cuando un objeto se rompe tratamos de repararlo sin que se note el daño. Parece un mérito que vuelva a su uso y que pase desapercibido el quiebre, unir sus piezas fragmentadas y que quede disimulado el trauma. Ponemos empeño en negar la falla, ocultar la lesión.  El kintsugi, por su parte, propone una percepción completamente distinta: exponer la rotura como un valor. Lejos de disimularla, se destaca la unión de los fragmentos con resina de oro, plata o platino. Esto permite que se revele una belleza que no estaba presente en el objeto original. La vida del objeto lo lleva a una experiencia de quiebre, gracias a la cual emerge un atractivo estético que no estaba en los planes ni en las intenciones de su diseñador. La rotura descubre  vida. La herida puede transparentar una belleza inimaginada en nuestra vida y que sale de criterios formales y establecidos. Ese don requiere el valor y la confianza de no ocultar ni disimular nuestra cicatriz, sino exhibir su brillo. Confiar en las formas armónicas y bellas que comienzan a traslucir en la existencia a partir de aceptar una experiencia que, en principio, creímos que nos había deformado. La belleza de la herida responde a otro orden de la realidad…”.


- Alejandro Lodi, “Quirón y el don de la herida”


The DARKWatcher


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